Bienvenidos a Marruecos

Marruecos, la puerta a África, es un lugar de una diversidad abrumadora. Un país que ofrece al viajero cordilleras legendarias, ciudades ancestrales, desiertos infinitos… y una cálida acogida.

Montañas y desierto

Desde las dunas del Sáhara hasta los picos del Alto Atlas, Marruecos parece hecho a medida para los viajeros. Esta franja norte-africana está alfombrada de paisajes líricos, como los tapices que se pueden comprar en las cooperativas locales. El Alto Atlas, el Rif, las cordilleras que llevan hasta los oasis del Sáhara..., las montañas de Marruecos ofrecen placeres sencillos: cielos nocturnos refulgentes y vistas sobre suaves bancos de nubes desde el paso de Tizi-n’Test. En zonas más bajas se hallan costas escarpadas, cascadas y cuevas en colinas boscosas y el desierto.

Antiguas medinas

Las ciudades de Marruecos se cuentan entre las más fascinantes del continente. Invitan a seguir las huellas seculares de nómadas y comerciantes hasta el corazón ancestral de ciudades como Fez, con el laberinto de callejones de su medina, a Yamaa el Fna, en Marrakech y su carnavalesco teatro callejero. En los desiertos rocosos las medinas se protegen en kasbas y en la costa lo hacen mediante gruesos diques. Pero este viaje no se limita a recorrer el patrimonio: las ciudades de Marruecos también miran al futuro, como los nuevos y rutilantes diseños urbanos de Casablanca, Rabat y Tánger, sin dejar de rendir homenaje a sus raíces.

Actividades marroquíes

Para disfrutar de Marruecos, nada como empezar con el ímprobo esfuerzo que supone el entretenimiento nacional: ver a la gente pasar desde una terraza, con un café o un té en la mano. Mientras, se planea el siguiente paso: una caminata hasta la cumbre más alta del norte de África, aprender a hacer cuscús, montar en camello por el desierto, comprar en un zoco o perderse en la medina. Entretanto, puede uno dormitar en un coqueto riad, relajarse en terrazas panorámicas y magníficas plazas o rebañar tajines de sabores sutiles, para acabar entre sudores en un reparador hammam.

Vida tradicional

La rica historia de Marruecos ha tejido vínculos durante siglos con el África subsahariana, Europa y toda la región de Oriente Próximo. Su población, una mezcla de árabes y bereberes, tiene una fuerte identidad nacional; cada vez más joven, toma lo mejor de las tradiciones tejiendo nuevos patrones, de la llamada a la oración en la mezquita a los ritmos del hip-hop local. Marruecos tiene cien rostros y sonidos diferentes, todos prestos a acoger al viajero en busca de aventura.

Por qué me gusta Marruecos

Por Paul Clammer, autor

En los más de 20 años que llevo visitando Marruecos –primero como estudiante mochilero, luego dirigiendo visitas guiadas y escribiendo guías, para finalmente abrir la puerta de una medina con mi propia llave–, la primera bienvenida siempre me la ha dado el té de menta. La ceremonia de verterlo desde las teteras de plata. Los altos vasos que queman al tacto llenos de hojas verdosas. El dulzor imposible que en cualquier otro lugar resultaría empalagoso. En aquel entonces el té de menta ofrecía el sabor de un lugar nuevo. Hoy me hace ilusión darme cuenta de que he vuelto al país que adoro. Para mí nada simboliza mejor Marruecos.

 

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