Un mes basta para ir a la playa, realizar excursiones y ver muchas de las encantadoras localidades de la región, e incluso visitar Helsinki.
Se comienza en la hermosa capital lituana, Vilna, donde se dedican un par de días a sus calles empedradas, al monte Gediminas y al encanto histórico. Se visita al castillo de Trakai antes de dirigirse hacia el mar, al oeste. El Parque Nacional de Žemaitija ofrece una breve clase de táctica de misiles soviética previa a un descanso entre las dunas del istmo de Curlandia. Se sigue el mar Báltico dejando atrás la localidad portuaria de Klaipėda y el centro vacacional de Palanga hasta alcanzar la frontera letona.
Se para en Liepāja, famosa por su catedral dorada y sus enormes edificios soviéticos. Si el tiempo lo permite, se puede ir al norte, a la costa de Pāvilosta, antes de desviarse a la pintoresca localidad interior de Kuldīga. A continuación, se pasa la noche en los preciosos arenales de Ventspils antes de llegar al ventoso y salvaje cabo de Kolka. Siguiendo la línea serpenteante de la costa se llega al spa de Jūrmala, repleto de magnates rusos y excelente lugar para realizar una escala antes de dirigirse a la cercana Riga .
Tras un par de días en la capital letona, se cruza la frontera con Estonia para disfrutar de la playa en Pärnu. Al oeste se hallan las islas boscosas de , Muhu Saaremaa y Hiiumaa. En Haapsalu se almuerza y se visita el castillo antes de seguir hacia Tallin, a la que conviene dedicar al menos tres días para disfrutar de sus tesoros, antes de viajar en ferri a Helsinki a pasar la noche. De vuelta en Estonia, se puede pernoctar en el Parque Nacional de Lahemaa antes de ir a Rakvere y Mustvee, en la costa del lago Peipus, y a Tartu para pasar una o dos noches.
Se visita el original pueblo fronterizo de Valga/Valka y se sigue al Parque Nacional de Gauja, en Letonia. Se pasea por las ruinas de la fortaleza de Cēsis y se va a Sigulda a deslizarse en trineo o probar el puenting. Se termina en Riga o se regresa a Vilna para devolver el coche de alquiler.
