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Los pintxos, la versión vasca de las tapas, trascienden lo común gracias a su teatralidad culinaria. El pintxo perfecto debe tener un sabor, una textura y un aspecto exquisitos, y debe saborearse en dos bocados. Muchos pintxos están en la barra del bar, y se sirven en rebanadas de pan o pequeños panecillos abiertos por la mitad, sobre los que se construyen llamativas creaciones. Las opciones no suelen limitarse a lo que hay expuesto en la barra: muchos de los mejores pintxos se sirven calientes y hay que pedirlos al camarero. La mayoría de los vascos toma solo uno o dos pintxos en cada sitio y luego cambia de bar.