La silueta dentada de Tayikistán y sus valles surcados por glaciares son espectaculares. Pero, incomprensiblemente, las asequibles rutas de senderismo de esta nación de Asia Central siguen relativamente ignoradas. Con lagos de cine y picos nevados a poca distancia, los montes Fann ofrecen vitalistas aventuras de acampada libre.
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✩ Los mejores paisajes indómitos, hospitalidad rural
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Un viaje a territorios insuperables y olvidados
Con una topografía montañosa en un 93% de su superficie, Tayikistán y senderismo deberían ser sinónimos. Excepcionales paisajes escarpados se despliegan por pasos de montaña entre altos picos, mientras la brisa susurra historias de la Ruta de la Seda y la antigua civilización irania de Sogdia, interrumpidas por el vuelo de las águilas, y prístinos lagos glaciares reflejan en sus aguas los macizos de cumbres nevadas. Pocos países lucen un tapiz de acampada libre como este, pero su llamada a los intrépidos caminantes suele perderse en la inmensidad.

Senderistas por los montes Fann. ©Dzmitrock/Shutterstock
Abrir la tienda ante uno de los paisajes más increíblemente hermosos del país es una imagen imborrable. La panorámica de imágenes espectaculares se extiende en la provincia de Sughd, donde los montes Fann (Fannsky Gory) quedarán eternamente grabados en la memoria del viajero.
Escondidos entre los vertiginosos picos nevados de Fann, se suceden frondosos valles, ideales para acampar, y una ristra de lagos transparentes como el hielo que resplandecen con tonalidades cerúleas, cian, verde azulado y verde psicodélico. Ya sea en las fotos o en vivo, parecen retocados con Photoshop.

El lago Hazorchashma, el último de la ruta Haft-Kul. ©saiko3p/Shutterstock
Para empezar con buen pie, lo mejor es acometer la ruta de Haft-Kul. Traducida como "Siete Lagos", atraviesa una sucesión de prístinas pozas y aldeas de piedra. Pasar una noche en una casa de huéspedes, durmiendo sobre kurpatchas (alfombras) apiladas, permite experimentar la legendaria hospitalidad de Tayikistán, mientras se comprarte el pan plano tayiko con agradables anfitriones. Luego, la aventura continua hacia el imponente y agreste monte Chimtarga para abordar el Círculo de Lagos, una gratificante excursión de varios días que cruza los pasos más desafiantes.
Una ruta que compensa los kilos y kilómetros extra
Al acampar junto al agua en los lagos Alovaddin y en la fértil cuenca de Kulikalon, habitada por pastores de ovejas en verano, es difícil no sentir una felicidad mochilera: esa sensación de humildad, éxtasis, serenidad y vivacidad, incluso después de arrastrar el equipaje hasta lo alto de los collados de grava, una tarea a menudo extenuante.
La cuenca de Kulikalon. ©Alisher Primkulov/Shutterstock
En su mayor parte, la compañía es agradablemente escasa. Unas pocas chaikhanas (tiendas que venden té, fruta deshidratada, frutos secos y cerveza) ofrecen el único alimento que no se haya transportado. De lo contrario, los escasos encuentros serán otros excursionistas ocasionales, guardabosques o residentes de las montañas, a menudo durante la pausa para el chai.
Quien se sienta abrumado para emprender la ruta en solitario, puede contactar con la Zerafshan Tourism Development Association (ZTDA), que organiza circuitos guiados durante la temporada de senderismo, de mayo a septiembre. En cualquier caso, hay que ir bien preparado. Tras maravillarse ante la Vía Láctea antes de dormir y tomarse el primer café preparado en el hornillo del campamento contemplando un resplandeciente amanecer, el viajero se regocijará de haber sucumbido a la llamada de Tayikistán.
Momento memorable
La hospitalidad tayika es infinita. Incluso en las montañas, es probable encontrarse con una invitación espontánea. Ya sea para compartir un 'oshi palav' (pilaf) con un pastor y un trago de vodka a la luz de las estrellas, la oferta espontanea de un burro de apoyo para subir hasta un paso, o ayudar a un pescador a recoger el sedal con su captura lacustre –que quizá agradecerá con una invitación a comer–, estos generosos e improvisados encuentros son inolvidables.