Islas Salomón

Escrito por
Jessica Lockhart, Lonely Planet

31 Julio 2025
4 min de lectura
© Ethan Daniels/Shutterstock
Una hermosa barrera de coral rodea una pintoresca isla en las Islas Salomón

Dispuestas a erigirse en uno de los destinos de surf más descollantes del mundo, las Salomón se han despojado de su condición de país desfavorecido del Pacífico sur. Las actividades acuáticas como el esnórquel y el buceo puede que sean lo que pone las islas en el mapa, pero los viajeros que se alejen de los jardines de coral y las playas de arena blanca, descubrirán una rica biodiversidad, increíbles rutas de senderismo y tradiciones culturales centenarias. 

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✩ Las mejores aventuras de isla en isla

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El secreto del surf mejor guardado

Frente a la costa de la isla de Gizo, a poca distancia en barco bananero de los bungalós sobre el agua del Fatboys Resort, las olas alcanzan su punto máximo y avanzan hacia la costa. Cada fin de semana, las personas locales se reúnen en el Women Make Waves, un programa relativamente nuevo para aprender a surfear. Sin embargo, los demás días de la semana  los rompientes están poco concurridos, y lo mismo podría decirse del resto de las islas Salomón, ya que tan solo reciben 26 000 visitantes al año, muchos de ellos amantes de la historia de la II Guerra Mundial o de las aves. Aun así, esta situación podría cambiar, ya que el surf es una de las múltiples aventuras al aire libre disponibles. 

 Considerados uno de los mejores destinos de buceo del Pacífico sur, los arrecifes de las Salomón ocupan 5750 km2 y contienen la segunda mayor diversidad de corales del planeta, con más de 490 especies conocidas. Cientos de barcos y naves de la II Guerra Mundial cubren el fondo marino, creando arrecifes artificiales que rebosan de vida y permiten ver tiburones, tortugas y dugones. Los buceadores con esnórquel no quedan excluidos de la acción. En Bonegi Beach, a poca distancia de Honiara, se puede hacer esnórquel sobre el Kinugawa Maru, un mercante japonés de 135 m que fue atacado de camino a Guadalcanal en noviembre de 1942. 

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Una casa de estilo tradicional, cerca de Gizo, ©Creadores de Wirestock/Shutterstock

Un motivo para abandonar la costa

No es de extrañar que muchos visitantes prefieran no moverse de las aguas cristalinas que rodean las 992 islas y atolones de coral del país. Aun así, merece la pena emprender una excursión al montañoso interior, que atesora una rica biodiversidad: 4500 especies de plantas y 72 especies de aves endémicas, entre ellas, el martín pigmeo Makira y el anteojitos de las Salomón. También hay que tener en cuenta el pasado cultural vibrante de la isla. 

 Hace unos 4000 años, los primeros habitantes de las islas fueron los melanesios. En la actualidad, todavía perviven sus tradiciones, como sus 63 idiomas y el comercio con monedas hechas de concha que se celebra cada año en el Shell Money Festival en Malaita. Históricamente, sin embargo, estas comunidades no vivían en la costa, ya antes de la llegada de los misioneros cristianos en el s. XIX, los pueblos se escondían en el interior de los bosques pluviales de las montañas que rodean gran parte de las islas. Allí era más fácil defenderse de los ataques de los enemigos. Se pueden ver los vestigios del ritual de la caza de cabezas en una excursión a la isla de Skull, cerca de Munda, donde se exhiben las calaveras curtidas por el sol.

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Tropical Beach, Islas Salomón, Honiara, ©Gracetown/Shutterstock

Existen muchas oportunidades para disfrutar de la belleza de los bosques. Los huéspedes de Imbu Rano en la isla de Kolombangara, se despiertan en una cabaña desconectada de la red para ver la bruma que envuelve el cráter del monte Rano de 1698 m. Desde allí se puede acceder a unas rutas de senderismo muy poco concurridas (tan solo las recorren 100 personas al año). Los guías indican los vestigios de los pueblos antiguos durante el camino hacia las cascadas ocultas por arbustos. Cerca de Honiara, se puede realizar una excursión al interior de la isla de Savo, que recompensa a los senderistas con un baño en una cascada sagrada con agua calentada por un volcán activo.

Acceso a aventuras vírgenes

Es fácil comparar las islas Salomón con las Fiji y Vanuatu. En todas ellas se puede descansar en la playa y tomar un cóctel, incluso las playas tienen dos tonalidades: blanco deslumbrante y negro volcánico. No obstante, las Islas Salomón no tiene complejos turísticos con todo incluido y la conectividad todavía está en ciernes. El internet de alta velocidad vía satélite de Starlink ha supuesto una gran mejora, pero sigue siendo limitado.

Quienes busquen vacaciones en la playa, pero también actividades aventureras, aquí encontrarán un lugar fácil y seguro: se puede ir de isla en isla en barco bananero, ferri o aviones pequeños (Solomons Airlines opera regularmente 23 destinos domésticos). Parece un mundo aparte, pero llegar no es tan complicado porque hay un vuelo directo de 3 h desde Brisbane, Australia, o de 6 h desde Auckland, Nueva Zelanda. El inglés se habla en todas partes y el pidgin de Salomón es fácil de entender. También cabe resaltar que ayudarse entre todos se considera kastom (costumbre); en las Salomón, la hospitalidad no solo es un servicio al cliente, sino un acto profundamente integrado en la cultura.

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Islas Savo en las Islas Salomón, ©Eugene Kerekere/Shutterstock

No te vayas sin…

Ver un espectáculo cultural en la isla de Svo, concretamente en Kuila Village, frente a la costa de Honiara. En este pueblo tradicional de apenas 200 habitantes, los residentes hablan el savosavo, uno de los 60 idiomas en peligro de extinción que se hablan en las islas. Por otro lado, en el cercano Savo Sunset Lodge ayudan a planear la visita.