Bastó un solo edificio, un brillante pez de titanio llamado Museo Guggenheim Bilbao, para que la ciudad pasara de ser sinónimo de decadencia industrial a un gran centro de arte europeo. El uso inspirado de toldos, torres y aletas voladoras por parte del arquitecto canadiense Frank Gehry es irresistible. Pero aunque el más emblemático de los edificios modernos es el que atrae a los visitantes, el alma trabajadora del Botxo (agujero), como la llaman sus habitantes, es lo que realmente los seduce. Y lo cierto es que hay mucho que admirar: bellos paseos fluviales, ruidosos funiculares, soberbios bares de pintxos, un equipo de fútbol mítico, museos de calidad y, claro, un brillante pez de titanio.
Bilbao

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