La profunda y oscura Selva Negra es, sencillamente, preciosa. Si se busca un momento de comunión con la naturaleza, este pedacito silvano del suroeste de Alemania no defraudará. Cada valle depara sorpresas nuevas: aldeas con casas de entramado de vigas de madera que parecen salidas de un cuento de los hermanos Grimm, cascadas estruendosas y relojes de cuco del tamaño de una casa. Aquí se puede respirar un aire frío y almibarado, conducir por montañas rusas de asfalto hasta lagos en medio de la nada, pasear por frondosas sendas y, luego, alejarse del mundanal ruido en una granja soñolienta.
La Selva Negra
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