Mónica Figueras ha convertido su obra en un viaje íntimo que entrelaza retratos cargados de emoción con la huella del mar y la luz mediterránea. Su mirada poética, profundamente influenciada por sus orígenes en la Costa Brava y su conexión constante con la naturaleza, transforma lo cotidiano en pequeños poemas visuales. Caracterizada por una mezcla de espontaneidad controlada y una sensibilidad que “acaricia con la mirada”, Figueras aborda el retrato desde una perspectiva femenina, reivindicativa y cargada de textura emocional. Además, este año se incorpora como miembro del jurado de los Volotea Travel Photo Awards.
En esta conversación, nos adentramos en su proceso creativo, su relación con el paisaje costero y la mirada cercana que impregna cada una de sus imágenes.
¿Cuáles fueron tus primeros pasos en la fotografía? ¿Estuvieron ligados de alguna forma a los viajes o las vacaciones?
No solo mis primeros pasos en la fotografía están ligados a los viajes y las vacaciones, sino que toda mi vida lo está. Nací en Palamós, un pueblo de la Costa Brava, y pasé mi infancia en el típico apartamento de apariencia turística: toldo amarillo de puntas onduladas, sillas de plástico blanco en la terraza y el suelo del coche siempre cubierto de arena. Siempre digo lo mismo: si no hay arena en mi coche, es que algo va mal.
Después de unos años estudiando diseño gráfico y fotografía en Barcelona, he vuelto a mi pueblo. Sigo viviendo en bañador, como cuando era pequeña. Me levanto casi todos los días para ver salir el sol y me doy un baño en el mar antes de ponerme a trabajar. Mi felicidad está aquí, en un apartamento de turistas, conociendo a los abuelos que bajan cada mañana a nadar a la misma hora, en el mismo lugar. Observo los comportamientos humanos en parques acuáticos y me pierdo en playas y rocas a las que nunca antes había llegado, y a las que casi nadie suele ir.
Mi trabajo siempre ha estado influenciado por mis orígenes marineros y por la vida cerca del mar: tanto por el fenómeno del turismo como por el silencio que deja cuando se va. Mi obra habla del verano, de las pieles bronceadas, pero también de la nostalgia y la poesía de ese verano que ya se fue. Vivo, y he vivido siempre, en un entorno vacacional, y, esté donde esté, mi día a día es un viaje precioso del que no quiero regresar.
Naturaleza, libertad, intimidad, silencio, vacaciones, verano… son los conceptos en los que uno piensa al contemplar tu fotografía. ¿Tú cómo definirías las claves de tu trabajo?
También añadiría sensualidad, humor, poesía visual, cotidianidad, simbología, insinuación y provocación. Es cierto que la identidad de mi obra se construye a partir de todas esas palabras, pero creo que la gran clave está en preguntarme, en cada disparo, por qué lo hago. ¿Por qué estoy tomando esta fotografía? Busco que cada imagen tenga una intención, un propósito.
Creo que este mundo necesita más arte. Más sensaciones que te hagan vibrar, sonreír, pensar, llorar… Mi gran intención es poder regalar emociones bonitas a todos los corazones dispuestos a apreciarlas.

Mónica Figueras ©
Los viajes son siempre una de las grandes fuentes de inspiración para la fotografía: en tu caso, ¿cuál ha sido la mayor fuente de inspiración de tu carrera? ¿Hay algún viaje que te haya resultado especialmente inspirador en tu trayectoria como fotógrafa?
Uno de los viajes profesionales que recuerdo con más cariño fue el que hice hace seis años al desierto de Atacama. Turismo de Chile nos llevó a tres fotógrafos y a mí para hacer promoción del país. Fue enormemente inspirador vivir la experiencia de observar cómo miradas con un mismo propósito podían ser tan distintas. Cada uno era fiel a su identidad.
He viajado por muchas partes del mundo, he conocido otras culturas, paisajes que parecen de otro planeta y playas de ensueño. Viajar me llena, me enseña y sé que nunca dejaré de hacerlo. Pero, como ya he dicho antes, mi gran fuente de inspiración está en casa.
Hace un par de años hice un viaje por toda la costa catalana: en barco, en bicicleta, en canoa y a pie. Y cuando pasé por mi pueblo, me pregunté: ¿se puede viajar estando en casa? La respuesta fue rotunda.
Y cuando hablo de casa, no me refiero solo a un lugar. Me refiero a la Costa Brava, pero también a Ibiza, a Menorca, a Italia o a Grecia. A todos esos lugares donde el mar es de un azul perfecto, donde sacamos las sillas a la calle, donde comemos tomate en verano y tendemos las sábanas blancas que vuelan con la brisa de la tramontana.
¿Qué consejos darías a los aficionados a la fotografía que aprovechan sus viajes para encontrar inspiración?
No le des tanta importancia al equipo fotográfico e intenta mirar de otra forma. Absolutamente todo en la vida tiene infinitas miradas. No te quedes con la más obvia, porque si juegas con esas miradas te vas a sorprender y podrás contar algo que no se ha contado aún. Presta atención a los objetos que, en apariencia, no tienen importancia. Puedes mirar un par de flores juntas y ver simplemente eso: dos flores. Pero también puedes ver dos flores que se besan y, con esa nueva forma de mirar, contar una historia de amor.
Este año formas parte del proyecto Volotea Travel Photo Awards, ¿qué te motivó para formar parte del proyecto?
En esta segunda edición, la compañía busca dar un salto de calidad: atraer a más fotógrafos profesionales y lograr que los participantes sean aún más creativos e innovadores que en la edición anterior. En la primera edición se recibieron más de 17.000 fotografías, ¡todo un éxito! Pero este año Volotea quiere ir más allá y conseguir imágenes que se alejen de la típica postal, que cuenten algo distinto.
Cuando me lo contaron, me motivó mucho el enfoque. Y como además me gusta dar mi opinión y aportar mi granito de arena cuando se trata de fotografía, pensé que era un reto enorme, pero también una magnífica oportunidad, y más aún tratándose de la temática de los viajes. Creo que es un proyecto muy bonito que va más allá del ámbito corporativo: implica fotografía, creatividad, destinos, gente, cultura... Me resulta muy gratificante, y estoy segura de que también me enseñará mucho y me ayudará a seguir buscando nuevas fuentes de inspiración.

Mónica Figueras ©
¿Qué esperas ver en las fotos participantes?
Como decía, buscamos esa “otra mirada”, alejarnos de lo que ya hemos visto mil veces. Queremos que este año participen más fotógrafas y fotógrafos (aunque también hay una categoría para amateurs).
Con estos elementos sobre la mesa, me imagino, por ejemplo, una escena protagonizada por una sandía (¡jajaja!) y que los participantes se atrevan con una fotografía de playa diferente, con ese espíritu de “beach photography”. Siempre, eso sí, con respeto.
¿Cuál será tu rol como miembro del jurado y qué se valorará en las fotos?
Somos un jurado formado por cuatro fotógrafos profesionales, entre ellos Dominique Bovet, director editorial de Lonely Planet Francia. También compartiré el reto con Julien Fabro y Chiara Goia, fotógrafos especializados en viajes de Francia e Italia, respectivamente.
Entre todos valoraremos que las fotografías tengan una mirada diferente, ya sea por la composición, los colores, el concepto o la emoción que sean capaces de transmitir. Por supuesto, se tendrán en cuenta los aspectos técnicos, pero también será fundamental que se trate de una imagen inédita y original. Eso sí, las fotos deben estar tomadas en destinos Volotea o a un máximo de 50 km de los aeropuertos en los que opera la aerolínea.
¿Por qué crees que son importantes estos proyectos corporativos que potencian la cultura y la fotografía?
Me encanta la filosofía de Volotea: crea y participa en múltiples iniciativas culturales, y creo que este tipo de proyectos son sumamente necesarios. Pienso que dedicar el tiempo libre a actividades como leer, dibujar, fotografiar, cocinar… en definitiva, al arte en cualquiera de sus formas, es mucho más enriquecedor y saludable que otras formas más sedentarias de pasar el tiempo.
Acciones como esta son un impulso y una motivación para quienes, a veces, no encuentran ni el espacio ni la excusa para hacerlo.

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