Famosa por sus aguas de color turquesa y sus costas escarpadas, Cerdeña tiene mucho más que ofrecer que playas espectaculares. Desde antiguas fortalezas nurágicas e idiomas minoritarios protegidos a senderos de turismo sostenible de nueva creación para ciclistas y senderistas. La rica historia de la isla, su cultura y diversidad natural la convierten en un destino ideal durante todo el año.
━━━━━━━━━━━━━━━━━━━━━━━━━━━━━━━━━━━━━━━━
✩ La mejor escapada a una isla indómita
━━━━━━━━━━━━━━━━━━━━━━━━━━━━━━━━━━━━━━━━
Adentrarse en un escondite cultural
Hace tiempo que los italianos conocen Cerdeña como un destino veraniego de ensueño: las aguas cerúleas que lamen la costa de 1800 km son excepcionales. Aunque no es un secreto, lo menos conocido de la isla es que su belleza natural es comparable en profundidad y diversidad con su perfil cultural. Una isla encajada entre Córcega al norte y Túnez al sur, un territorio accidentado y apenas habitado. Con una población actual que no llega a 1,6 millones, la isla tiene el tamaño de las provincias de Salamanca y Zamora juntas, por lo que es la segunda más grande del Mediterráneo, tras Sicilia. Sin embargo, la población aumenta espectacularmente entre junio y septiembre, cuando la mayoría de sus 14 millones de visitantes anuales desembarcan para aprovechar el abundante sol.
Quienes ya conocen Italia, pronto se darán cuenta de lo diferente que es el carácter sardo del continental, algo que los lugareños llevan con orgullo. Es una tierra con un fuerte sentido de la identidad, conformada por una historia y unas costumbres únicas. El interior está salpicado por miles de misteriosas fortalezas de piedra llamadas nuraghe, construidas hacia finales de la Edad de Bronce. El único sito declarado Patrimonio Mundial de la Unesco de Cerdeña es el complejo Su Nuraxi, que se extiende en torno a un nuraghe que se construyó hace más de 3500 años. Estos tesoros arqueológicos en forma de cono que solo se encuentran aquí son vestigios de la oscura civilización nurágica, un pueblo que habitó la isla hasta finales del s. vi a.C., cuando los cartagineses empezaron a conquistar la región. Los estudiosos todavía debaten si el título de "primera ciudad italiana" debería concederse a la temprana colonia fenicia de Sant’Antioco, un islote al suroeste de Cerdeña, en vez de a Roma. Merece la pena visitar el museo arqueológico de Sant’Antioco (o el de Cagliari, la capital regional) cuya historia antigua dejará desconcertado a más de uno.
Pero no hay que dejarse engañar. El rico e intricado pasado de Cerdeña no está confinado en las salas de museos o en sitios arqueológicos. Aquí, la cultura está viva, entretejida en las costumbres cotidianas. Alojarse en uno de los múltiples agriturismi permite sumergirse en el estilo de vida de unas comunidades rurales caracterizadas por la alta concentración de personas centenarias. Hay que comer la pasta como malloreddus (pequeños ñoquis de sémola rayados), culurgiones (raviolis de patata, queso y menta) o los curiosos filindeu (fideos de sémola); y por supuesto, probar el queso pecorino de cultivo ecológico (o, si se encuentra y se tiene un estómago fuerte, el ahora ilegal casu marzu, un queso con larvas vivas de moscas. Sin olvidar brindar con una copa de cannonau, el potente vino tinto de la isla.

Su Nuraxi di Barumini, en la isla de Cerdeña. ©ondrej Buceck/Shutterstock
Explorar el amplio catálogo de aventuras al aire libre
Si se dedica un tiempo a explorar la naturaleza isleña, se descubrirá que esta drásticamente según donde vaya. Al noreste, en Porto Cervo y alrededores, y por la costa de la región de la Gallura y al protegido archipiélago de La Maddalena, los complejos de lujo, clubes de vela y centros exclusivos han atraído a VIPS sedientos de opulencia desde la década de 1970. Frente al extremo noroeste, se alza la salvaje Isola dell’Asinara, un fascinante parque nacional que fue antiguamente una prisión de máxima seguridad y ahora es un oasis de asnos blancos y caballos, sin población humana la mayor parte del año.
El buceo, el esnórquel y la espeleología abundan. Y también hay mucha oferta de actividades fuera del agua, especialmente a principios de primavera y otoño. La sostenibilidad predomina en las inversiones en infraestructuras turísticas de los últimos años, y los itinerarios de senderismo de larga distancia –como el Cammino di Santa Barbara, de 500 km– están ganando popularidad gracias a una cartografía y alojamiento mejorados. La construcción de una red de 1150 km de rutas de ciclismo, conocida como la Ciclovia della Sardegna, se ha iniciado este año, y promete ser uno de los itinerarios de dos ruedas más emocionantes de Europa.
No hay que desanimarse ante las multitudes y los precios en los lugares más populares en julio y agosto. El encanto de Cerdeña se esconde al final de las carreteras menos concurridas, en gestos de genuina hospitalidad y en las maravillas naturales que brillan fuera de la temporada alta de vacaciones.

Aguas cristalinas en Isola dell’Asinara. ©sim_one_111/Shutterstock
No te vayas sin…
Asistir a un festival folclórico. Mejor olvidarse del Carnaval de Venecia y dirigirse a la pequeña localidad de Mamoiada donde cada año, el 17 de enero, se celebra la inquietante procesión de los mamuthones. Cubiertos con pieles y ocultos tras oscuras máscaras de madera, estos escalofriantes personajes mantienen una tradición que se remonta a la Edad Media, cuyo origen exacto