Naturaleza e historia convergen en los vagones acristalados del Kruger Shalati. Estacionado permanentemente en un puente centenario sobre el río Sabie, este tren de época –reconvertido con gran sensibilidad en un hotel de lujo– ofrece un entorno único desde donde admirar la espléndida fauna salvaje del parque.
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✩ Lo mejor para un safari excepcional
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Un espectáculo en primera fila
Los orígenes del ferrocarril que antes circulaba por el Kruger National Park datan de 1893, cuando se inició su construcción en el valle del río Selati. Interrumpida por la Segunda Guerra Bóer, la línea empezó a transportar pasajeros en 1912; hacia 1923, era frecuentada por buscadores de fortuna y por los primeros participantes en safaris de la ruta "Round in Nine", que incluía una parada de una noche en el puente del Sabie. Aderezada con cenas alrededor de una hoguera y paseos por el bosque, la experiencia se hizo legendaria, y ayudó a desencadenar el boom turístico que generó la creación del Kruger National Park en 1926. La línea de tren dejó de funcionar en la década de 1970, pero los vagones fueron cuidadosamente restaurados por el Motsamayi Tourism Group y transformados en el hotel actual. Con sus suites en vagones acristalados y una piscina infinita a 275 m sobre el río, probablemente sea el mejor sitio del país con vistas privilegiadas para observar la fauna salvaje.
Cachorros de león en el Parque Nacional Kruger. ©Simón Eeman/Shutterstock
El paisaje es pura magia. Debajo del puente, el Sabie se abre camino a través de la sabana sudafricana. Los cocodrilos se deslizan bajo la superficie del río; casi invisibles, su presencia solo es traicionada por una ligera ondulación del agua. Manadas de hipopótamos retozan en aguas poco profundas, y contribuyen con sus gruñidos a la banda sonora que acompaña el atardecer. Allende el río, las llanuras salpicadas de acacias de Kruger se extienden hasta el infinito.
Río Sabie. ©Babou 974/Shutterstock
Un cóctel en el vagón bar
Muchos son los que viajan al parque nacional por la fauna salvaje, atraídos por la idea de ver leopardos encaramados en los árboles, las puestas de sol de tonos rojo intenso y los safaris a primera hora de la mañana para localizar manadas de leones. Y, para ello, el Kruger Shalati lo tiene todo. Pero la verdadera magia de este tren es que invita a no hacer nada. Los huéspedes prefieren renunciar a un safari y quedarse en la piscina infinita con un cóctel del vagón bar, o distinguir la figura de una gacela desde el confort de su cama al amanecer, mientras el sol ilumina lentamente la sabana.
La decoración del Kruger Shalati rinde homenaje a la artesanía local sin recurrir a los típicos clichés de safari. Mantas seanamarena, con su diseño tradicional de lana de Basotho, sus sofisticados estampados y su simbolismo cultural, cubren las camas tamaño king-size, en contraste con los oxidados rojos, ocres y crema suave de los vagones. Estores hechos a mano filtran la luz dorada de los grandes ventanales, arte local adorna las paredes y unas batas tejidas a mano cuelgan a disposición de los huéspedes para secarse al salir de las enormes bañeras de las habitaciones. Y a diferencia de muchos hoteles con todo incluido, la oferta culinaria del Kruger Shalati se aparta claramente del internacionalismo insulso. Con platos como croquetas de bogotie de venado o un delicado carpacho de avestruz, junto con una cuidada carta de vinos con más de 100 opciones, los sabores locales toman el protagonismo.
Kruger Shalati. ©Kelly Ermis/Shutterstock
Momento memorable
Cuando cae la noche, hay que dirigirse al vagón-bar restaurado y pedir un cóctel vintage o una copa de pinotage sudafricano. Luego, se busca un rincón en la piscina infinita con vistas al río Sabie mientras los elefantes se congregan abajo.
