Con encendidas puestas de sol, oleadas de niebla y polvo de nieve, el Gran Cañón, con una profundidad de más de
1 km y cerca de 360 km de largo, es la catedral de la naturaleza, y no solo de EE UU.
Es un lugar que le hace a uno sentirse pequeño y a la vez inmenso, sobrecogido y a la vez tranquilo, poético pero incapaz de articular palabra… Como dijo el explorador John Wesley Powell: «Las maravillas del Gran Cañón no pueden representarse adecuadamente por símbolos del lenguaje, ni siquiera por el mismo lenguaje».
Pero vale la pena intentarlo. Hay que ir a hacer excursiones, atravesar el salvaje río Colorado, ver cóndores, osos negros y alces o, sencillamente, maravillarse.
De interés: Los visitantes suelen entrar al cañón por el extremo sur, unos 120 km al norte de Flagstaff, en Arizona. El extremo norte está más aislado y cuenta con menos infraestructura.