Tras cuatro o cinco jornadas en Jerusalén y alrededores, incluidas un par por la ciudad vieja y media en el Museo de Israel, se pasa un día en las cuevas en Beit Guvrin, con parada en el camino en algunas de las bodegas. En Tel Aviv se pasan rápido unos días por el paseo marítimo entre la ciudad nueva y la histórica Jaffa, y en bicicleta junto al río Yarkon. De camino a Haifa, es buena idea parar en la romana Cesarea y en la bonita ciudad antigua de Zichron Ya’acov, famosa por sus bodegas. Tras recorrer los Jardines Bahaíes de Haifa se visita el monte Carmelo y el pueblo druso de Daliyat al-Karmel. Al día siguiente, se prosigue hacia el norte hasta Acre (Akko), con su mezcla de ruinas de los cruzados y reliquias otomanas. Se continúa hacia el norte hasta las grutas subterráneas de Rosh HaNikra y después, al interior para pasar un par de días en Nazaret, llena de lugares cristianos y de manjares árabes y de fusión. Desde Tiberíades, es fácil invertir un par de jornadas que incluyan el mar de Galilea, que combinen sinagogas ancestrales y lugares cristianos con playas tranquilas y, quizá, rafting en las aguas bravas del río Jordán. Al este, en los Altos del Golán, se visitan las ruinas de Gamla, el Museo Arqueológico del Golán en Katzrin y la fortaleza de Nimrod. Se prosigue por el oeste a través de la Reserva Natural de Banias hasta los humedales del valle de Jule, predilecto entre las aves migratorias, y las bonitas y adoquinadas calles de Rosh Pina y Safed (Tsfat), bañada con la espiritualidad de la cábala. Luego, en dirección sur, se atraviesa el valle del Jordán, se pasea por las vías romanas con soportales de Beit She’an y se visita la ciudad palestina de Jericó, cuyas ruinas se remontan a los albores de la civilización. Tras una noche estrellada a orillas del Mar Muerto, se madruga para ver amanecer desde la alta Masada. Más al sur está el desierto del Néguev, donde se pasan uno o dos días en Mitzpe Ramon, incluida una excursión al Makhtesh Ramon. La siguiente parada es Eilat, donde se toma el sol y se bucea con tubo. Finalmente, se cruza a Jordania para alucinar con la asombrosa “ciudad rosa” de Petra.
Odisea israelí
