La carretera Transcanadiense, un cinturón de 7800 km que ciñe Canadá, es la más larga del mundo, aunque de hecho es una red de carreteras provinciales. Alterna tramos pintorescos con otros más prosaicos; numerosos lugares interesantes requieren desviarse de la vía principal. La ruta parte de St John’s (Terranova), la ciudad más antigua del país, llena de pubs y diversión. Luego llega al mar donde se toma un ferri a North Sydney (Nueva Escocia), donde la calzada sigue por la bella isla de Cape Breton. Se continúa hasta New Brunswick –o se toma la ruta más larga hasta Isla del Príncipe Eduardo– y se sigue el río San Lorenzo en dirección a Quebec, pasando por Fredericton. La bucólica península de Gaspé tienta a desviarse hacia el este; y si no, la carretera sigue el curso del San Lorenzo y llega a la romántica ciudad de Quebec.
La visita urbana continúa en Montreal, cuyas pâtisseries y cafés invitan a demorarse. Se entra en Ontario y se llega a Ottawa, llena de museos. Desde allí, hay que seguir los pasos de los comerciantes de pieles hasta North Bay, la puerta a la agreste naturaleza de Algoma. Se saborea el maravilloso tramo de carretera que bordea el lago Superior hasta Thunder Bay. Y voilà, ha pasado la segunda semana.
La vía se interna en las praderas de Manitoba, donde Winnipeg ofrece cafeterías y cultura. Prosigue por Saskatchewan hasta Moose Jaw, donde Al Capone escondía el licor de contrabando. Hay que calzarse las botas de vaquero antes de llegar a la antigua localidad ganadera de Calgary, una de las ciudades de más rápido crecimiento de Canadá. Así finaliza la tercera semana...
Se llega a las Montañas Rocosas, que ofrecen un espectacular cambio de paisaje. La carretera serpentea por Banff antes de entrar en Columbia Británica por el Yoho National Park y alcanzar su punto más alto (1643 m) en el puerto de Kicking Horse. El tramo más memorable atraviesa el cañón del río Fraser hasta la moderna y multicultural ciudad de Vancouver y el ferri a Victoria, en la isla de Vancouver. Hay que hacerse una foto en el letrero de la Milla 0 y ¡misión cumplida!