Resulta emocionante llegar al extremo más suroccidental de Europa, un cabo de áridos acantilados al que los marineros mandaban un saludo de despedida al aventurarse hacia lo desconocido durante la edad de oro de los exploradores portugueses. Azotado por el viento, rezuma historia por todas partes, tanta que, si se presta atención, quizá se vea al fantasma de Vasco da Gama surcar las aguas en su nave. Hoy, una fortaleza y un faro coronan el cabo, y un nuevo museo detalla la historia de la navegación marítima portuguesa.
Cabo de São Vicente

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