'Rafting' por los rápidos del río Colorado: Gran Cañón (EE UU)

Escrito por
Annie Georgia Greenberg

27 Agosto 2025
3 min de lectura
© Clayton James Photos/Shutterstock
Rafting por el río Colorado

Existe una forma de experimentar el Gran Cañón que poca gente conoce: por el agua. Ya sea en una excursión en grupo o tras ganar el sorteo para obtener un permiso para hacer la ruta por libre, este itinerario ofrece vistas, recuerdos e historias que perdurarán a lo largo de toda la vida de cualquier aventurero. Se trata descubrir la emoción del rafting mientras se conecta con otros viajeros y una naturaleza espectacular por el camino.

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Descenso por el legendario río

Puede que llegue un momento en que uno se cuestione la decisión de hacer rafting en aguas bravas por el Gran Cañón. Puede que sea cuando la cobertura del móvil se corte durante una semana o… quizá tres. Puede que aparezca la primera vez que uno se meta en la cama (que, para los más atrevidos, será un saco de dormir, sin tienda). O, quizás cuando se conozca el groover, un baño que consiste en un cubo y serrín. Pero, que no cunda el pánico, todos estos posibles momentos de zozobra se desvanecen ante la inmensa alegría –a veces sobrecogedora– de adentrarse en la naturaleza no adulterada.

Hacer rafting por el Colorado a través del Gran Cañón tiene una dimensión legendaria. Existe un motivo por el que la gente ha bajado estos rápidos durante siglos: formar parte de la consagrada tradición de descender el río, luchando con una fuerza tan bruta e inexorable como ninguna. Es fácil imaginarse el Esquisto de Visnú, unas abruptas paredes de roca que emergen del agua, como el hogar de antiguos antepasados. Es a la vez agreste y prístino. 

Compañías turísticas integrales como OARS y AzRA garantizan un buen trato en los circuitos en grupo organizados, mientras que agencias como Ceiba Adventures ayudan a preparar toda la comida y accesorios para las expediciones por cuenta propia de los afortunados del sorteo anual para conseguir un permiso. 

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Rafting en el río colorado. ©Elena Arrigo/Shutterstock

Viajar como meditación

Las comodidades, sin embargo, serán la última preocupación, ante la maravilla y el esplendor de un cielo nocturno tan lleno de estrellas que será necesario un antifaz para dormir al aire libre. Incluso es posible descubrir que lo que más se temía es lo que ahora más se valora. Las oportunidades de sentirse totalmente desconectado de la rutina de la modernidad son cada vez más escasas. El regalo más duradero de hacer rafting por el Gran Cañón es una constancia inenarrable que ignora la lista de cosas por hacer, el calendario de reuniones, cualquier necesidad. Allí, con un torrente de río de 446 km, uno se ve indudablemente enfrentado a su perspectiva real, a su lugar en el orden de la naturaleza y a la pequeñez del ser humano.

Aquí no tiene sentido el típico itinerario de viaje. Al contrario, hay que adaptarse al Gran Cañón. Levantarse con el sol, leer el agua, analizar sus flujos y reflujos para avanzar, hacer una hoguera, dormir, volver a empezar. Y es una existencia privilegiada si uno se adapta. Aquí el viajero está en suspenso –físicamente y en otros sentidos– y llega al otro lado cambiado para mejor. Sean cuales fueran las primeras inquietudes o recelos que hayan surgido, la parte que más se temerá será… regresar a casa.

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Rafting por los rápidos de granito del Gran Cañón. ©LHBLLC/Shutterstock

Momento memorable

En un viaje que necesita tanto tiempo libre, los sentidos se renuevan para detectar las cosas de otra manera: el crujido de un arbusto que podría denotar la presencia de un animal, los colores del cielo que se oscurecen anunciando la noche, el sonido –o el silencio– en un descenso nocturno. Simplemente estar desconectado en presencia de esta naturaleza ya es un viaje, en todos los sentidos de la palabra.