Lo primero es pasear entre las sensuales estatuas de Gustav Vigeland en Vigelandsanlegget en el Frognerparken; conviene ir temprano para disfrutar del parque cuando está más bonito y con menos gente.
Se va en tranvía hasta St Hanshaugen para comer en Smalhans, donde el producto es la estrella. Se juega al “Veo, veo” para localizar el Trampolín de salto Holmenkollen presidiendo la ciudad (o se sube hasta allí en T-bane para contemplar unas vistas increíbles y visitar el museo del esquí).
Tras una cena tradicional en la cervecería Olympen de Grønland, se cruzan rápidamente las vías del tren y se compra un billete de 100 NOK para asistir de pie a una función de ópera o ballet en la Ópera de Oslo. Después se regresa al centro de la ciudad para disfrutar a fondo de su vida nocturna.