Las dimensiones diminutas de Malta (27 x 14,5 km) permiten abarcar mucho. Disponer de coche es una ventaja; en caso contrario, lo mejor es utilizar como base La Valeta, Naxxar, Sliema o St. Julian’s por sus buenas conexiones en autobús.
Se empieza por La Valeta: explorar sus calles estrechas y fortificaciones, empaparse de las vistas del Gran Puerto y visitar la concatedral de San Juan y el palacio del Gran Maestre. El segundo día, lo mejor es pasar la mañana en el fuerte St. Elmo y visitar el Museo Nacional de la Guerra, antes de dar un paseo en ferri por el puerto y explorar los encantos de Vittoriosa y Senglea. El tercer día, hay que visitar los templos de Tarxien y el Hipogeo de Hal Saflieni, y almorzar marisco en Marsaxlokk, para luego pasar la tarde relajándose en la St. Peter’s Pool, una bahía rocosa con aguas cristalinas y plataformas rocosas donde tomar el sol. A la mañana siguiente, se aconseja ir en barco a la Gruta Azul y a los magníficos templos de los acantilados de Ħaġar Qim y Mnajdra, antes de visitar por la tarde Mdina y Rabat. El quinto día se podrá dedicar a una playa, como la Golden Bay en el noroeste, donde recargar las pilas y hacer alguna actividad el sexto día: una caminata por un acantilado o quizá una inmersión con botella. Y de remate, una excursión a la espectacular Laguna Azul de Comino.