Este rincón de Italia suele pasar inadvertido, pero asombra por las influencias culturales, vinos, embutidos y paisajes alpinos.
Después de tres jornadas en Venecia, se pone rumbo a Trieste pasando por las ruinas romanas de Aquilea y el núcleo medieval de Grado. Se aconseja reservar dos días para admirar las cafeterías doradas de Trieste y empaparse de su ambiente centroeuropeo antes de embarcarse en el ferri a Muggia, el único municipio italiano de la península de Istria. La séptima jornada se dedica a los blancos del Collio en el hostal Terra&Vini. Los dos días siguientes se pasan en Udine para visitar el Museo de Arte Moderno y Contemporáneo. Desde esta ciudad se aconseja una excursión a Cividale dei Friuli, sede de los únicos ejemplos de la arquitectura y el arte lombardos que quedan en Europa. La 10ª jornada hay que parar en San Daniele del Friuli para deleitarse con el mejor prosciutto de Italia, y después se continúa por un paisaje montañoso hasta Cortina d’Ampezzo, donde merece la pena quedarse un par de días para esquiar o hacer senderismo. Antes de regresar a Venecia, conviene detenerse en Conegliano, cuna del prosecco.