Esta ruta circular de 2000 km por las provincias de Columbia Británica y Alberta es un festín de parajes pintorescos.
Se empieza con un par de días en Vancouver, donde la montaña se une al mar y hay amplias opciones de excursionismo urbano, ciclismo y otras actividades, además de la mejor gastronomía del oeste de Canadá. Una peregrinación enológica hacia el este atraviesa colinas hasta el valle de Okanagan, lleno de lagos y famoso por sus huertos y sus vinos blancos y tintos. Kelowna es una buena base de cata.
Llegó la hora de subir a las Montañas Rocosas de Columbia Británica (BC). Un trío de parques nacionales aparece en rápida sucesión, todos con vistas impresionantes. Mt Revelstoke ofrece una ruta pintoresca en coche y excursiones a pie, Glacier alberga 430 campos de hielo y Yoho contiene picos elevados y cascadas. Golden es una buena base.
Hay que cruzar la frontera con Alberta e instalarse en Banff. Será imposible evitar los clichés: ¡grandioso! ¡majestuoso! ¡impresionante! Conviene reservar mucho tiempo –mínimo tres días– para hacer excursiones, remar, contemplar glaciares y avistar osos grizzly (mejor desde la distancia). El lago Louise, de color azul zafiro, es de visita imprescindible; está rodeado de teterías de estilo alpino donde recargar las pilas con bollos, cerveza y chocolate.
Desde Banff, la Icefields Pkwy (Hwy 93) discurre paralela a la Divisoria Continental durante 230 km hasta Jasper. Es difícil mantener la vista en la carretera al pasar junto al inmenso Columbia Icefield y sus numerosos glaciares. Las cascadas, los montes espectaculares y la repentina visión de un oso corriendo (¿o era un alce?) también forman parte del trayecto. Jasper, más grande y menos atestado que Banff, ofrece magnífico excursionismo, equitación, escalada en roca, bicicleta de montaña y rafting.
Da pena marcharse, pero hay que volver a Vancouver. La Yellowhead Hwy (Hwy 5) va en dirección sur hasta Kamloops, útil para hacer noche antes de regresar a Vancouver, la “Ciudad de Cristal”.