Una selección de pueblos bañados por el mar
España tiene 7268 kilómetros de costa repartidos entre el Atlántico, el Cantábrico y el Mediterráneo, y muchos pueblos bellísimos bañados por el mar. De ellos, hemos seleccionado 16 que podrían figurar entre los más bonitos de España.
1. Combarro, Pontevedra, Galicia, el pueblo de los hórreos
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A solo 5 km de la ciudad de Pontevedra, Combarro pasa por ser uno de los pueblos más bonitos de las Rías Baixas. Es famosa la imagen de sus hórreos junto al mar; de hecho, es el pueblo con mayor concentración de hórreos de Galicia, con 60.
Todo en esta población se construyó en granito, incluso las casas marineras del siglo XVIII coronadas por balcones de madera, las calles empedradas con soportales, las fuentes o los cruceiros. La Rúa do Mar es uno de sus lugares más pintorescos de Combarro, con los hórreos mirando al mar de un lado y las tabernas y restaurantes típicos al otro. Desde aquí parten los estrechos callejones que conducen al mar.
2. Cudillero, Asturias, un pueblo de colores frente al Cantábrico
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En esta zona de la costa, las pequeñas playas se suceden entre acantilados de vértigo y, en un recodo, se asienta Cudillero. Las casas de colores se descuelgan desde las montañas hasta un pintoresco puerto que llegó a tener la flota pesquera más grande de Asturias.
Las mejores vistas de Cudillero se consiguen desde el mirador de la Garita-Atalaya o desde lo alto del acantilado, donde está su famoso faro. El pueblo tiene algunos bellos edificios, como la casa rectora, que durante siglos fue hospital de peregrinos del Camino de Santiago. Pero su tesoro artístico mejor guardado se encuentra en la pedanía de El Pito, donde está el conjunto palaciego de Los Selfas, rodeado de jardines con estatuas, denominado el Versalles del Norte.
3. Lastres, Asturias, escenario de película
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Esta villa marinera de calles estrechas y empinadas se hizo popular porque en ella se rodó la serie Doctor Mateo. Lastres, situada en la costa de Asturias, se mezclan las casas más humildes con las grandes casonas señoriales con vistas al mar.
Pasear (a veces casi trepar) por las calles de Lastres es una delicia, pero lo más espectacular es la panorámica que regala el mirador de San Roque, desde donde se atisba el conjunto urbano y la playa de La Griega. Otro de los lugares mágicos es el puerto de pescadores, con sus barcos de mil colores y dos cañones protegiendo la bahía.
4. San Vicente de la Barquera, Cantabria, encanto marinero
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El pueblo marinero de San Vicente de la Barquera se emplaza en uno de los entornos más bellos de la cornisa cantábrica, en una bahía que forma un doble brazo del mar y junto al Parque Natural de Oyambre.
Es imprescindible la Puebla Vieja, en lo alto de un peñón macizo, así como la iglesia, el castillo, los restos de la muralla y el puerto pesquero. Los puentes de San Vicente de la Barquera son también una de sus señas de identidad; el de la Maza fue construido por los reyes católicos, en el siglo XVI; con 32 ojos fue uno de los puentes más largos de España.
5. Comillas, Cantabria, el capricho de un indiano que volvió rico
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Elegante, encantadora y un poco sacada de contexto. Así es Comillas, en la costa occidental de Cantabria, conocida sobre todo por su famoso marqués, indiano que se convirtió en uno de los hombres más influyentes de la España en el siglo XIX.
Sorprende su enorme universidad pontificia, pero sobre todo el curioso palacio de Sobrellano, un ambicioso edificio de estilo neogótico con elementos premodernistas. Junto al palacio, se levantó una capilla-panteón y el original palacete de El Capricho, construido por Gaudí como residencia de verano, de estilo arabesco. Al margen de los caprichos del marqués, el pueblo de Comillas está repleto de palacios, casas solariegas y plazoletas llenas de encanto.
6. Getaria, Guipuzkoa, País Vasco, a la sombra del ratón
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En el golfo de Bizkaia, el casco viejo de Getaria se envuelve entre paisajes impresionantes: una montaña en una isla, un puerto lleno de encanto, las playas de Gaztetape y Malkorbe, el océano y las colinas de la región vitivinícola del Txacolí.
Getaria es también cuna de Juan Sebastián Elcano, el primero que dio la vuelta al mundo, y Balenciaga, en cuyo honor se ha creado un interesante museo que ningún amante de la moda se puede perder. A la peculiar silueta del monte San Antón, junto al pueblo, se la conoce como el "Ratón de Getaria", ya que su silueta recuerda a un roedor y el tómbolo y el casco urbano de Getaria serían su cola. Desde el Katxapo se puede disfrutar de una bella panorámica de la costa.
7. Hondarribia, Guipuzkoa, País Vasco, una frontera de pescadores
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Hondarribia es el último pueblo antes de llegar a la frontera y las playas francesas casi se tocan desde sus muelles. Su situación limítrofe hizo que sus habitantes construyeran una gran muralla para defenderse, una mole de piedra que hoy se conserva intacta en muchos puntos.
En intramuros destaca su trazado medieval, con edificios solariegos y calles angostas llenas de patrimonio e historia, con lugares como el castillo de Carlos V, hoy Parador de Turismo, o la puerta de Santa María. Fuera queda el antiguo barrio de pescadores, el Portu Auzoa, con sus casas coloridas, muchas de las cuales alojan bares en su planta baja. Si se sube al santuario de Guadalupe, en el monte Jaizkibel, se disfrutará de una panorámica del río Bidasoa, Hondarribia y Hendaya.
8. Cadaqués, Girona, Cataluña, el pueblo blanco de Dalí
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Fuente de inspiración para numerosos artistas, Cadaqués reposa en una bahía en medio del Cap de Creus, donde los Pirineos chocan con la Costa Brava. Su ambiente tradicional pesquero permanece, pese a sus muchos visitantes.
No le falta un bello casco histórico con casas encaladas, un castillo, el de Sant Jaume, un museo, una iglesia en el centro del pueblo donde se celebra su Festival Internacional de Música y, en torno a Cadaqués, el parque natural de Cap de Creus. Para ampliar el universo de Dalí, habrá que ir a Portlligat, perteneciente al municipio de Cadaqués.
9. Calella de Palafrugell, Girona, la inspiración mediterránea de Serrat
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Rodeado por calas de aguas cristalinas, el pueblo de pescadores de Calella de Palafrugell ha conservado un sabor antiguo en sus estrechas calles de fachadas blancas. Guarda el encanto de sus playas, como la de Port Bo, pero también el de las zonas rurales que lo rodean.
Aquí Josep Pla pasó la mayor parte de los veranos de su infancia y Joan Manuel Serrat compuso su canción Mediterráneo; hay pocos lugares de la Costa Brava tan inspiradores como este pueblo. Una experiencia única es recorrer el Camí de Ronda desde Calella de Palafrugell hasta Llafranc, bordeando las rocas y con unas fantásticas vistas al Mediterráneo.
10. Peñíscola, Castellón, Comunidad Valenciana, del Cid a Juego de Tronos
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Peñíscola se adentra en el Mediterráneo formando una pequeña península elevada en torno al castillo del Papa Luna. Su silueta, enfocada desde la larguísima playa de arena de 5 km, aparece en muchas películas. Aquí Charlton Heston dio vida al Cid, y la población se transformó en Meereen para Juego de Tronos.
Aunque Peñíscola se ha convertido en un pueblo repleto de turistas veraniegos, el casco histórico no ha perdido su encanto, con sus calles estrechas y sus casas antiguas encaladas. El puerto pesquero, situado a los pies de las murallas medievales, es una estampa muy atractiva.
11. Fornells, Menorca, Baleares, pueblo blanco y azul
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Típicamente mediterráneo con sus casas blancas, calles estrechas, restos de castillos y el puerto, Fornells se emplaza en una gran bahía de más de 3 km, parte de la Reserva Marina del Norte de Menorca y que se puede conocer en barco de vela, en kayak o incluso haciendo submarinismo.
Fornells es en realidad una pedanía de Mercadal, al norte de Menorca, y su enclave más famoso es la torre de Fornells, construida por los ingleses a principios del siglo XIX, desde la que se consiguen unas vistas fabulosas de la costa. Pero su seña de identidad es la famosa caldereta de langosta menorquina, que se dice que es la mejor de la isla.
12. Deià, Mallorca, Baleares, el pueblo que enamoró a un archiduque
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Encaramado en la Serra de Tramuntana, Deià regala unas vistas impresionantes del Mediterráneo. Desde los sesenta, pintores y escritores se establecieron aquí, dándole un aire bohemio que todavía hoy conserva. La Cala Deià, de aguas cristalinas, se halla en la desembocadura del Torrent Major. De allí parten magníficas rutas de senderismo por la costa, como el Camino de los Pintores.
Otro imprescindible es la casa de Robert Graves, el escritor inglés que se estableció en Deià en 1929 hasta su muerte. Otro visitante ilustre fue el archiduque Luis Salvador, precursor del turismo de Baleares, que compró y reformó una antigua casa, Son Marroig, en la actualidad uno de los miradores más fabulosos de Mallorca.
13. Cabo de Palos, Murcia, el paraíso de los buceadores
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Cabo de Palos es uno de los pueblos más auténticos de Levante. Rodeado de calas que se abren paso en un litoral accidentado, todo gira en torno a su pequeño puerto y al paseo de la Barra, siempre repleto de gente en busca de una mesa en las terrazas para degustar un buen pescado o un caldero del Mar Menor.
Las casas antiguas del paseo están al otro lado del puerto, que lo dividió en dos, y en ellas el agua llega casi hasta la puerta. Cabo de Palos es un paraíso entre los buceadores, sobre todo por la Reserva Marina Islas Hormigas. Contemplando el entorno, el faro se eleva desde hace un siglo y medio, sirviendo de guía para los barcos.
14. Salobreña, Granada, Andalucía, el pueblo blanco de la Costa Tropical
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Es el pueblo de playa por excelencia de la Costa Tropical y uno de los más bonitos del litoral granadino. Salobreña sobresale en lo alto de un peñón bajo el cual se encuentra una de las mejores playas de Granada, que en realidad son cinco. Las hay masificadas, pero también las hay más recónditas y algunas increíbles, como la tranquila El Cambrón.
Salobreña es lugar para disfrutar del aire libre, hacer surf, kayak, kitesurf o incluso dar un paseo en barco, avistar delfines o practicar buceo. Los que prefieran un poco de cultura, la encontrarán en el castillo de origen fenicio y reconstruido por romanos y árabes.
15. Nerja, Málaga, Andalucía, el eterno verano azul
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Siempre será el pueblo de Verano azul, aunque ya hace 40 años que se rodó la serie en este rincón de Málaga. Pero es además una bella población típica de la costa andaluza con uno de sus mejores miradores, el llamado Balcón de Europa.
El centro histórico de Nerja está muy bien conservado, con tres calles principales de casas blancas que convergen en una pequeña plaza, antesala del Balcón de Europa. A ambos lados del mirador se encuentran las magníficas playas de Calahonda y El Salón, y la más grande, la playa de Burriana, fue donde se rodó la mítica serie. Otro de los principales reclamos es la Cueva de Nerja, con impresionantes galerías de hasta 140 m de altura.
16. Garachico, Tenerife, Canarias, el oasis en el fin del mundo
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En 1706 Garachico desapareció calcinado bajo el manto de lava que expulsó el volcán Trevejo. Aquella lava que un día sepultó el pueblo ha creado formas caprichosas, como las de sus fascinantes piscinas naturales, uno de sus grandes atractivos, y sobre todo el Monumento Natural del Roque de Garachico, símbolo de la localidad.
Garachico es un pueblo para piernas fuertes, por sus calles empinadas con suelos empedrados que conviene recorrer para descubrir sus rincones y su arquitectura tradicional de aires coloniales.